A)
Una de las paradojas más significativas del trabajo que Paula Cortazar presenta en Río seco, es que sus materiales escultóricos, las piedras, han permutado su forma a través de un permanente golpe de agua. La repetición de ese golpe, ese tiempo que se va acumulando, ha quedado inscrito en esas formas tan particulares: las piedras han perdido sus cantos y han rodado río abajo para quedar, de momento, en reposo. Una vez en su estado de quietud, las piedras seguirán sufriendo la erosión. Agua corriendo y agua que ya no está, agua ausente, agua que deja en silencio el paisaje, el cual debería ser sonoro. El tiempo y sus mecanismos aleatorios: un río seco y sin ruido. La paradoja a la que me refiero tiene que ver con el agua, el flujo, el tiempo y sus trayectos, mismos que constituyen el primer modelado de las piedras; Paula trabajará desde esta primera acción y continuará con sus propias acciones.
B)
Desde que conocí la obra de Paula, me llamó la atención la manera en que los procesos de apropiación de las piedras y el paisaje pasan por mecanismos matéricos y de observación no comunes en estos tiempos —caracterizados por una sobreproducción de ensamblajes y collages realizados a partir de materiales encontrados sobre todo en entornos urbanos—. Paula se distancia de estas maneras de trabajar y en este alejamiento replantea varios aspectos que resultan ser reveladores para los procesos del arte contemporáneo y que podemos situar en dos ámbitos. Por un lado, el lugar en el que se desarrolla el trabajo y, por el otro, las estrategias que le permiten tanto la apropiación como la intervención de las piedras encontradas/recolectadas. ¿Cómo se generan tensiones entre naturaleza, paisaje y apropiación? ¿Cómo pueden acortarse distancias entre narrativas objetuales —la historia de cada piedra— y el lugar como contenedor de experiencias formales y conceptuales? Estar ahí se vuelca en acción transformadora, en cuerpos que ejercen una relación de fuerza, tensión y presión. Hay un vigor latente que deja ver su presencia y la calma del río seco puede romperse en cualquier momento, ya se ha roto y los huracanes se han impuesto —Gilberto en 1988 y Alex en 2010—. Desde esa condición, el silencio es tensión y la calma una suerte de pausa, de murmullo. El sonido del mototool irrumpe y las formas se imponen de nuevo en las piedras.
C)
Trabajando desde la naturaleza y haciendo más compleja la manera de habitarla, Paula genera una relación específica con el paisaje. En cuanto a su vínculo con el tiempo me recuerda a varios artistas del Land Art, hay una brevedad en la acción sobre las piedras, luego una retirada. Abre el espacio a la erosión, la incluye en el proceso. Se aleja. Observa el entorno. Observa también cómo su subjetividad se imprime en él. Y ahí el tiempo es siempre inestable, como la luz.
Algunas piedras intervenidas se quedarán ahí, seguirán siendo parte del entorno. No se han movido, convirtiéndose de modo temporal en soporte del dibujo. Si Peter Fischli y David Weiss apilaban y equilibraban piedras de gran formato, modificando la poética del paisaje, Paula ha decidido operar con intervenciones ligeras y sutiles que el visitante en- contrará en su relación con el lugar. Si Jimmie Durham hizo de las piedras una suerte de herramienta para modelar ciertos objetos domésticos —St Frigo, 1996—, Paula ejerce una fuerza sobre ellas: las pule, hace incisiones, las levanta ligeramente del suelo, las observa en el paisaje, con el paisaje y la mirada se vuelve acción fotográfica.
D)
Entre el objeto y la imagen o, dicho de otra manera, entre la escultura y el acto fotográfico, los procesos de trabajo de Paula sufren un emplazamiento importante. No es la inmediatez sino la observación que se convierte en el otro momento en el que sus especulaciones matéricas serán puestas en juego y habrán de sufrir una especie de metamorfosis. Cosa e imagen se separan y se vuelven autónomas, desde ahí tendrán que dar cuenta cada una de su potencial y su fuerza. Si uno observa sus fotografías —por ejemplo, El cañón de la huasteca, una pieza de 2019—, se nota un fuerte compromiso en relación a lo que esta imagen es. Un compromiso también con la manera en que podría existir más allá y desde el largo proceso de intervención que la piedra, casi al centro del encuadre, ha sufrido a través de su principal herramienta dibujística: un mototool con punta de diamante. Los otros componentes de la imagen resultan igualmente significativos: matorrales, montañas como telón de fondo y un cielo de las 18:45 en la Huasteca. La escultura y el dibujo han dado paso a la imagen fotográfica, no hay un registro sino una acción que devela los intereses visuales de Paula y su necesidad de generar una imagen.
e)
Terminaré con una anécdota. Hace algunas semanas recibí un mensaje de Paula aún sobresaltada con la noticia de que una de las piedras de mediano formato que trabajó y dejó en el no-cauce del río Santa Catarina había desaparecido. La noticia me pareció mucho más que una anécdota. Paula llevó a cabo una acción que buscaba subjetivar el entorno al dibujar sobre las piedras, aportar algo y generar cierta extrañeza en el paisaje. La de ellos —debieron ser más de una persona— al llevarse la piedra —¿debería decir la pieza?—, fue un acto de irrupción violenta, como los que caracterizan a nuestra época.
Luis FeLipe Ortega
Artista Independiente
Diciembre 2019
Río Seco
Enero 2020
Galería Machete
Córdoba 25
Ciudad de México, 06700
Fotografía por Diego Berruecos