La piedra es un vínculo directo con el corazón de la materia, un vínculo molecular.
Cuando la golpeo, obtengo el eco de lo que somos, en el plexo solar, el centro de gravedad de la materia.
Entonces, todo el universo tiene una resonancia’
-Isamu Noguchi
Enraizada entre los límites de la abstracción y la figuración, la obra de Paula Cortazar (Monterrey, 1991) se inscribe en una narrativa definida por la producción de una escultura de formas estilizadas y simplificadas que representan y equiparan vestigios y procesos encontrados en la naturaleza. La muestra Comunidad presenta el cuerpo de obra más reciente de la artista que parte de piezas tempranas – íntimamente ligadas con la exploración del dibujo sobre diversos materiales escultóricos orgánicos- para dar paso a un renovado discurso estético relacionado intrínsecamente con los procesos naturales que surgen y ocurren en el paisaje adyacente a su casa y estudio, ubicados en el Parque de la Huasteca en Monterrey.
La exploración matérica del dibujo, aplicado tanto al papel como la madera o la piedra, es uno de los ejes centrales de la obra de Cortazar. Su lenguaje artístico muestra una estilización formal en el que se ha logrado inscribir otros medios como la fotografía o el collage. Su metodología y trabajo manual es de una precisión puntual que logra desenvolverse equiparablemente entre las piezas más pequeñas y aquellas de gran formato. Más allá del propio bocetaje, Cortazar utiliza al dibujo como el primer elemento clave para la conexión entre su producción y su entorno: “el dibujo es la herramienta que me permite mostrar e interpretar el código gráfico oculto en elementos como un árbol o un río. (…) Es la prueba de que cada elemento que nos rodea forma parte de un todo.”
La evolución del lenguaje artístico de la artista designa a la escultura como un medio para explorar el mundo y comprender el entorno de nuestra conciencia espacial. Formalmente, las piezas que conforman Comunidad están caracterizadas por ser representaciones cimentadas en enormes bloques de piedra caliza y mármoles pulidos, los cuales han sido desechados comercialmente y posteriormente rescatados por la artista para ser directamente esculpidos en el estudio. Se muestra una profunda destreza y conocimiento de los materiales con los que trabaja Cortazar, quien modifica su proceso para relacionarse de forma más directa con las propiedades intrínsecas de éstos. La herencia de artistas como Constantin Brancusi (1876-1957), Isamu Noguchi (1904–1988), y Barbara Hepworth (1903-1975) es irrefutable; Cortázar logra insertarse en una línea histórico-artística basada en la producción escultórica no reducida a la creación de objetos aislados, sino como entes en estrecha relación con el espacio que les rodea.
Cortazar no pretende crear figuraciones directas de la orografía, topografía y vegetación que la rodea, sino evocar los procesos intrínsecos biológicos, sociales y relacionales de los que son parte. A primera vista, la muestra presenta un jardín escultórico en el que registramos elementos propios de la flora originaria de la región Noreste de México. Mezquites, choyas o agaves son reconocibles como recursos para trazar una relación directa con su contexto. El jardín escultórico que nos presenta la artista es característico de una ligereza, dinamismo y comprensión profunda de su temática. Las piezas Huella del agua y Vi crecer un mezquite construyen una relación de dichos elementos naturales con los procesos capitalocéntricos que alteran el paisaje y que han llevado a observar una escasez de agua y consecuente sequía en la región, la cual no solo genera conflictos sociales sino graves consecuencias ambientales a largo plazo.
Por otro lado, Cortazar indaga en los procesos de resiliencia de las especies que habitan este tipo de ecosistemas semidesérticos. Resiliencia y Comunidad (que da nombre a la exhibición) reflexiona sobre las especies vegetales que viven en conjunto y que crean una red de sustentos que les permite adaptarse constantemente a las adversidades y subsistir lo que define la artista como “un ambiente donde pocos logran sobrevivir”. De la misma forma, Mis hermanas ahondan en la relación de la artista con dichas especies de plantas que se encuentran y con las que convive. Se evidencia una profunda relación en la que el ecosistema protege a los más vulnerables que lo habitan.
Brancusi definía a la sencillez de la obra como “la capacidad de ser consciente del sentido real de las cosas”. Con esta muestra, Cortazar logra captar este sentido real como la esencia más viva de aquellos seres con los que convide diariamente. Al mismo tiempo que alcanza una conexión formal con la herencia de la historia de la escultura, consigue formular un concepto crucial para las creencias de muchas culturas tradicionales que encarnan la conexión entre el ser humano y la tierra.
Alberto Ríos de la Rosa
Comunidad
exposición individual
septiembre 2022
Galería Machete
Fotografía por Diego Berruecos